El mundo de nuestros hijos tiene poco que ver con el que conocimos a su edad. Para empezar, porque ahora la tecnología inunda gran parte de lo que rodea a los niños desde bien pequeños. Y para seguir, porque son pocos los que se resisten a los encantos multimedia.
La consecuencia de todo esto es que los videojuegos están muy presentes en el día a día de cualquier niño. No solo los adolescentes, también los pequeños hablan de ellos como si fueran compañeros de clase. Como muestra, un dato: el 50% de los juegos vendidos en 2007 estaban clasificados para mayores de tres años, según el último informe de aDeSe (Asociación Española de Distribuidores y Editores de Software de Entretenimiento).
Ante esta realidad, han sido muchos los padres que se han apuntado a la máxima de: «Si no puedes con el enemigo, únete a él». Una táctica que los especialistas en educación aplauden. Pero con una salvedad: los videojuegos no son tal enemigo, dicen. Es más, los consideran una herramienta útil y con muchas posibilidades para el desarrollo y aprendizaje de los pequeños, siempre que se utilicen adecuadamente.
¿Y eso cómo se hace? Muy fácil: lo único que los padres tienen que hacer es convertirse en compañeros de juego de sus hijos y, de paso, aprovechar para enseñarles a sacar el mayor partido de ellos. ¿Preparados? ¿Listos? ¡Qué empiece el juego!
Lo primero es elegir el producto conjuntamente con el niño teniendo en cuenta los temas que más le atraigan ( magia, animales, deportes...).
De nada sirve que le compremos un videojuego sobre baloncesto si a él lo que le gusta es el fútbol.
Hay que seguir las orientaciones que aparecen en las carátulas y optar entre los más adecuados para su edad. En el caso de los niños de cinco o seis años, serían los desarrollados para jugadores a partir de tres años.
Lo siguiente es convertirse en compañeros de juego de los niños. No hay que tomárselo como una obligación tediosa: puede ser divertido adentrarse en este mundo, aunque al principio no nos atraiga. Además, así comprobamos qué temas les gustan a nuestros hijos.
«Pasar del papel de vigilante o policía, controlando únicamente el tiempo que pasan frente a la consola, al papel de jugador, tiene muchos beneficios», explica Laura Méndez, una de las integrantes del grupo de investigación Imágenes, Palabras e Ideas de la Universidad de Alcalá, que acaba de editar la guía «Aprendiendo con los videojuegos», en colaboración con Electronic Arts de España.
De esta forma, los padres comparten ocio con sus hijos y establecen otro puente de comunicación más con ellos. Además, la participación de papá y mamá servirá para poder «exprimir» el videojuego: conociéndolo, podrán hablar sobre él, enseñar conceptos como el juego en equipo, interactuar con el niño a través de la pantalla… «Así, los padres se conectarán con un medio con el que los niños tratan a diario.
Los videojuegos están muy presentes de una forma u otra en su entorno más cercano como el colegio, el parque… No se les puede dar la espalda, es una realidad que está ahí y por eso es preferible conocerlos y sacarles partido.