cada mes, una hazaña
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marzo 13, 2013
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El primer año de vida de tu bebé está repleto de descubrimientos. En esta etapa, empezará a comunicarse con los demás, a relacionarse con su entorno y a controlar su cuerpo. Nosotros, como padres, debemos darle todo nuestro apoyo en esta etapa y acompañarle en la aventura de crecer.
Primer mes: el bebé entra en contacto con el mundo
Durante las primeras semanas el bebé se adapta a su entorno de forma instintiva: mueve los ojos en la dirección de la luz, cuando escucha un ruido fuerte reacciona estirando sus bracitos y sus piernas y si se le acaricia una mejilla, gira la cabeza hacia ese lado y abre la boca (tiene una gran capacidad de succión y este reflejo le sirve para localizar el alimento).
El llanto es su modo de comunicarse, y el significado más habitual de sus lágrimas es "tengo hambre", seguido a distancia por "me siento solo", "tengo frío" o "tengo calor".
Cuando llora podemos cogerlo en brazos sin temor a malcriarle. No llora por llorar, es su forma de hablar, de comunicarse con nosotros. Lo más probable es que nos esté pidiendo algo y debemos esforzarnos por adivinar sus necesidades.
Segundo mes: sonríe a mamá
Ya empieza a sonreír ante los estímulos externos, como la cara de mamá.
Empieza a llevarse el pulgar a la boca y lo chupa, como un hábito.
Emite sus primeros sonidos guturales para llamar la atención de papá y mamá.
El bebé necesita estímulos: que le hablen, le abracen y le mimen. La presencia activa y constante de sus padres resulta crucial para ayudarle a interpretar el mundo que le rodea, sobre todo el afectivo.
Tercer mes: mueve la cabeza
Empieza a mostrar cierto interés por las cosas que se encuentran a su alrededor. Comienza a girarse en dirección a los ruidos.
Lo que más llama su atención son los estímulos visuales: le encanta mirar cosas en movimiento y de colores brillantes.
Empieza a balbucear.
Lo normal es que cierre el puño cuando se le toca la palma de la mano con un dedo. Observando este reflejo el médico puede valorar el nivel de desarrollo psicomotor que tiene el niño en los primeros meses.
Cuarto mes: controla un poco más de su cuerpo
El bebé ya sostiene la cabeza perfectamente y comienza a mirarse las manos, a sujetar objetos y a moverlos.
Ríe a menudo, muestra interés por la gente (observa con más interés las caras de quienes le sonríen) y por lo que le rodea. No le gusta que le dejen solo.
Es difícil fijar unos criterios exactos en el desarrollo del bebé, así que no hay que preocuparse si el niño evoluciona un poco más despacio. El pediatra es la persona más adecuada para valorarlo.
Quinto mes: los balbuceos
Balbucea mucho y experimenta con los sonidos que emite. Le encanta escucharse, y dice cosas como "aah", "aphu", "ngah" o "awa".
Sabe coger cosas y llevárselas a la boca, responde con una sonrisa a quienes le sonríen, se revuelve de alegría al ver el biberón...
Su humor se ve influenciado por el de los demás y se disgusta si alguien que le estaba prestando atención se marcha.
Los niños se sienten indefensos y esperan que sus padres les den seguridad. Necesitan que papá y mamá sean cariñosos y si ocurre algún contratiempo (como ensuciarse el pañal), lo resuelvan sin perder la calma.
Sexto mes: los primeros dientes
Si está boca abajo se puede incorporar completamente con algo de ayuda, y es capaz de darse la vuelta solo.
Avanza más en sus movimientos: coge el biberón con las manos, cambia los objetos de una mano a otra y comienza a echar los bracitos hacia delante para pedir que le cojan.
Suele perder el interés por las manos y comienza a mirarse y tocarse los pies y a llevárselos a la boca.
En su relación con el entorno, muestra clara preferencia por quienes se ocupan de él, especialmente por mamá.
Le empiezan a salir los dientes, generalmente los de abajo.
Como ya es capaz de darse la vuelta es importante no dejarlo solo tendido sobre el vestidor u otras superficies altas porque podría girarse sobre sí mismo, acercarse al borde y caer.
Séptimo mes: se mantiene sentado
Es una de las etapas en las que los padres observarán aprendizajes más rápidos.
Gracias al desarrollo de su musculatura, el bebé ya es capaz de mantenerse sentado sin apoyo.
Utiliza las manos con mucha más libertad y toca y manipula todo lo que está a su alcance.
Boca abajo consigue levantar el tronco y apoyar un brazo, y desde esa posición busca y coge los objetos que le interesan.
Prosigue los juegos con pies y manos y comienza a emitir no sólo consonantes sueltas, también sílabas.
Aunque sus palabras carezcan de significado, nuestro hijo entiende cada vez mejor lo que le decimos y quiere escucharnos, así que debemos responderle cuando nos habla.
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