Sé comprensiva. Cuando le pidas que entre a almorzar y te grite: “¡Ahora no!” y luego se ponga a llorar cuando le obligues a entrar en la casa de todos modos, intenta ponerte en su lugar. Abrázalo y asegúrale que entiendes lo difícil que es dejar a sus amigos, pero que el almuerzo ya está preparado.
Se trata de demostrarle que, en realidad, estás de su lado. Procura no enojarte (aunque los vecinos se quedan mirando el espectáculo). Sé amable pero firme y hazlo entrar en la casa cuando le toque hacerlo.
Establece límites. Los niños de esta edad necesitan, e incluso quieren, límites. Establécelos y asegúrate de que tu hijo sabe cuáles son. Díselo con claridad: “No se pega. Si estás enojado, usa tus palabras para decirle a José que quieres que te devuelva el juguete”, o “Recuerda, siempre tienes que sujetarme de la mano en la calle”.
Si tu hijo pequeño tiene problemas a la hora de seguir las reglas (como todos los niños de esta edad), procura encontrar soluciones. Si le pega a su hermanita porque se siente que lo dejas de lado, por ejemplo, ayúdalo a dar de comer o bañar al bebé, y luego encuentra la manera de que pase tiempo a solas contigo. Si se levanta de la cama porque tiene miedo de la oscuridad, dale una linterna para que la tenga junto a su cama.
Refuerza el buen comportamiento. En lugar de fijarte en el comportamiento de tu hijo únicamente cuando se porta mal, procura señalar también aquellas ocasiones en que actúa de manera apropiada. Un sencillo “Gracias por colgar tu abrigo” o “Me ayudas mucho cuando compartes tus juguetes con tu hermana pequeña”, lo motivará a repetir su buen comportamiento.
Y aunque es posible que te sientas tentada de darle una reprimenda verbal cuando su comportamiento no sea el más deseable, muérdete la lengua. Cuando un niño se porta mal, ya se siente mal. Hacerle sentir peor solo provoca más comportamiento negativo. Mantén la calma y sé un buen ejemplo para él.
Recuerda también que disciplinar a tu hijo no significa controlarlo, significa enseñarle a controlarse a sí mismo. Si lo castigas, quizá consigas que se comporte, pero solo porque teme no hacerlo. Es mejor para tu hijo hacer lo correcto porque quiere hacerlo, porque hace que el día sea más divertido o porque le hace sentir bien.
Usa bien el tiempo de castigo o “tiempo para pensar” (time-out). Cuando tu hijo está a punto de perder el control porque no se sale con la suya, ayúdalo a calmarse. En lugar de mandarlo a su cuarto, siéntalo en un cómodo sofá o en un rincón favorito de su habitación.
Quizá le guste diseñar un “rincón para calmarse”, en el que haya una gran almohada, una cobija (manta) suave e incluso algunos libros favoritos.
Si aun así se niega a quedarse allí, retírate tú unos pocos minutos a un lugar tranquilo, como tu dormitorio, para calmarte también. No solo le darás un buen ejemplo, sino que obtendrás un descanso. Cuando ambos se sientan mejor, será el momento de hablar de comportamiento apropiado.
Ayúdalo a tener confianza en sí mismo. Cuando le das oportunidades para que haga sus propias elecciones, le permites ser más independiente dentro de un entorno controlado. En lugar de decirle que se ponga los pantalones que tú has escogido, por ejemplo, déjale que escoja entre los dos pares que has seleccionado previamente. Pregúntale si quiere comer zanahorias o papas (patatas) con la cena, y qué cuento quiere leer por la noche.
Otra manera de ayudar a tu pequeño es decirle lo que puede hacer en lugar de lo que no puede hacer. En lugar de decirle: “¡No! ¡No juegues con el balón en la casa!”, dile: “Salgamos para que puedas patear el balón”. Si quiere tomar un helado antes de la cena, dile que puede escoger entre un pedazo de queso o una manzana.
Escoge tus batallas. Si tu hijo no tiene sentido de la moda y quiere ponerse su camisa de camuflaje con unos pantalones anaranjados, ¿qué tiene de malo? A veces es más fácil pasarlo por alto. Lo mismo cuando pisa los charcos de camino a la casa, o bien guarda sus muñecos debajo de la cama en lugar de ponerlos en su lugar.
Distrae su atención. Evita situaciones que puedan desencadenar la rebeldía de tu hijo. ¿Por qué arriesgar llevarlo a un restaurante elegante cuando podrías llevarlo al parque a comer? No es muy realista esperar que se comporte en una tienda de ropa o que se siente tranquilamente durante una larga y aburrida reunión.
Si vas por el centro comercial y ves una tienda de juguetes que le gusta mucho, dirígelo rápidamente en otra dirección o distrae su atención. “¡Mira esa fuente! ¿Quieres echar una moneda y pensar en un deseo?”.
Sé realista con respecto a su edad y la etapa que atraviesa. Cuando pidas a tu hijo que haga la cama o barra el patio, asegúrate de que sabe hacerlo. Dedica tiempo a enseñarle nuevas tareas y háganlas juntos hasta que aprenda a realizarlas. A veces, lo que te parece un acto de rebeldía es simplemente la incapacidad de realizar una tarea demasiado compleja.
Para finalizar, debes comprender que la percepción que tiene tu hijo del tiempo es muy diferente a la tuya. En lugar de esperar que pase tranquilamente de jugar en su escuela a sentarse en el coche, dale unos minutos de aviso para ayudarle a cambiar de marcha: “Daniel, nos vamos en cinco minutos, así que termina el juego, por favor”.
No hay garantía de que interrumpa su diversión sin quejarse. De hecho, seguramente lloriquee durante todo el camino a casa. Pero mientras seas perseverante, tu pequeño aprenderá a la larga que siendo desobediente no conseguirá lo que quiere.