A partir de los tres años a los niños les encanta bailar. Lo hacen sobre todo de forma espontánea, en respuesta a un ritmo interno; o copiando y ensayando los movimientos que les llaman la atención. Por eso a esta edad es una buena idea potenciar
el baile libre y valorar su particular expresión del movimiento artístico. Sin intentar dirigirlos. Sin censura. ¡Una forma muy sana de conocer su cuerpo y expresar sus emociones!
Caminan bailoteando para expresar su alegría, y también con el mismo fin inventan canciones que cantan a voz en grito por la calle más transitada. La música les ayuda a expresar sus emociones.
El simple hecho de moverse escuchando música les ayuda a establecer relaciones entre los brazos, las piernas, la cabeza... Suena una melodía conocida y los miembros, que hasta ahora se habían movido por separado, se enlazan en un solo movimiento.
Se sienten más fuertes, hábiles, capaces de cualquier cosa.
Su baile pasa de ser repetición-imitación de movimientos a convertirse en una creación particular. Saltan, gritan, se tiran al suelo, o ensayan movimientos más sutiles: los deditos al compás de la cabeza, que se menea de un lado a otro; ligeras sacudidas de hombros que acompañan a las caderas... Y una carita que siempre baila.