Enseñándoles a Comer Toda clase de Alimentos

chino bravo
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Conseguir que a nuestros hijos les guste todo, o casi todo, no es tan difícil. Te damos algunas pautas muy útiles.



Nuestros hábitos con la comida nacen en la primera infancia

¿No probamos el pescado? ¿Sin mucha sal o azúcar la comida no nos sabe a nada? ¿Nos saltamos el desayuno? Seguramente muchas de estas costumbres tienen su origen en la primera infancia. Los hábitos que adquirimos durante los tres primeros años pueden durar toda una vida, de ahí que sea fundamental sentar bien las bases de una buena alimentación. Con esto no solo nos aseguramos de que nuestros hijos estén sanos ahora, sino que también prevenimos enfermedades y trastornos como el sobrepeso y la obesidad.

Padres de niños de esta edad nos cuentan cómo se las arreglan a la hora de comer:

Carla, 42 años. “Hugo, de un año y medio, no come nada. Le regaño, le castigo, le digo que no se va a levantar hasta que no coma. Y nada, se queda llorando mirando el plato”.
MAL. Regañando a un niño que no quiere comer lo único que hacemos es reforzar ese comportamiento. Además, así asociará la hora de la comida con un momento tenso y desagradable. Por otra parte, cuando algunos padres dicen “mi hijo no come nada” puede que se estén refiriendo a que su hijo no come lo que ellos quieren que coma. En el segundo año de vida el crecimiento se ralentiza y disminuye el apetito (además, puede costarles trabajo comer algunos alimentos como la carne). Excepto en caso de enfermedad, la sensación de hambre regula lo que nuestro pequeño necesita comer.
Cada niño tiene sus propias necesidades, pero por regla general los nutricionistas advierten de que deberían comer a diario pan y cereales, patatas, arroz o pasta, verdura, fruta, leche y aceite, carne o pescado y huevos una vez a la semana.

Mar, 28 años. “Mi hijo Yago es muy nervioso y no puede estarse quieto en la mesa. La única manera de que coma algo es ponerle delante de la tele y aprovechar para meterle comida en la boca casi sin que se dé cuenta”.
MAL. Los avioncitos, la tele, perseguirlo por toda la casa con la cuchara en la mano... Los “shows” a la hora de comer no ayudan a los pequeños. El ambiente debería ser, en la medida de lo posible, relajado y tranquilo. A él le encantará que le prestemos atención y que le hagamos partícipe de la conversación, pero no hablando de lo que come o deja de comer, sino relajados y hablando de nuestras cosas. La idea es hacer de la hora de la comida y la cena un momento relajado y nada forzado que se disfruta en familia.

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